miércoles, 27 de noviembre de 2024

Crónica de dos exposiciones

La de Durand-Ruel en la sala Recoletos, muy breve: los muy famosos son muy famosos por algo.

La del premio de otoño de AEDA en Sanchinarro. Me atrevería a decir que el premio es más una muestra de agradecimiento que de admiración. Las exposiciones de pintura, salvo muy felices excepciones, nos resultan tan aburridas que cualquier esfuerzo por salir del pozo de indiferencia en que nos encontramos se recompensa, a lo mejor merecidamente, sin ninguna otra consideración. Teniendo en cuenta siempre que la pintura basura promedio es seguramente más relevante que nuestra mejor crítica designándola como tal, la obra premiada, técnicamente regular, no se puede destacar tampoco como especialmente original. Ni la idea del cuadro dentro del cuadro ni la disociación entre el tema y el motivo son nuevas, sin embargo si preguntáramos al jurado por las razones del premio, sin duda la originalidad sería la primera. Y, para mí, la única que les divirtió.

Había alguna pequeña obra magistralmente ejecutada, si no digna de desbancar a los premiados sí de recibir alguna mención. Conviene recordar que la calidad está siempre de moda. Nos quejamos de que la pintura no se vende. Si la obra premiada hubiera estado inmersa en un mar de obras de calidad similar a las dos o tres destacables, puede que hubiera seguido teniendo alguna mención como un jocoso agradecimiento, pero todas las demás nos habrían ayudado a mantener el interés por la pintura y, con algo de suerte, a despertar en alguien el deseo de rodearse de algunas de esas obras de arte que, lejos de aburrirle, le han hecho pasar un rato enriquecedor.